lunes, 25 de octubre de 2010

UN PASADO RECORDADO

Como tantas otras mañanas subió al coche, se miró en el espejo retrovisor y sonrió, su corazón le latía con fuerza llenando de vida cada rincón de su cuerpo, estaba nervioso, esta vez no iba al trabajo, se dirigía a otro lugar.

Durante el trayecto le asaltaron recuerdos que muchas veces había intentado olvidar, recuerdos de un amor, recuerdos de un adiós, recuerdos de un final…

Esperó en el andén durante varias horas, el deseo le hizo llegar mucho antes de la hora anunciada, hacía frío, sus piernas temblaban a un ritmo frenético, pero por sus manos resbalaba el sudor del ansia y el anhelo.

Observó a una pareja de jóvenes cogiendo un tren, estaban abrazados y sonreían, tal vez huían hacía un paraíso soñado, que seguramente era cualquier sitio en el que estuvieran juntos. Una sonrisa con cierto toque de amargura se le dibujo en el rostro.
-Ojala que tengan suerte. –Pensó

Se quedó absorto en sus pensamientos y perdió la noción del tiempo, al cabo de un rato le despertó una voz.
-No has cambiado nada, sigues igual que hace diecisiete años.
Él se volvió en el acto, y se encontró con un rostro que poco se diferenciaba de aquel por el que tantas veces suspiró cuando era joven.
-Tú si, estás mucho más guapa.

Pasaron horas y horas hablando, ella le contó como había sido su vida desde que abandonó la ciudad. Le habló de su trabajo, de su marido con el que llevaba seis años felizmente casada, y de sus hijos, a los que quería locamente.
Él hizo lo propio y sintetizo esos diecisiete años en unos minutos, en los que le habló de su mujer, de su hija y de su satisfactorio trabajo.

Tras la puesta al día de sus vidas, recordaron juntos aquellas tardes, lejanas pero no olvidadas, en las que se besaban a escondidas, se contaban secretos y paseaban a la orilla del mar cogidos de la mano.

Pasaron la noche juntos, en el hotel donde dieron rienda suelta a su pasión por primera vez hace ya tiempo. Durante unas horas aparcaron sus vidas y se dejaron llevar.

A la mañana siguiente amaneció solo, ella se había ido, para siempre. Había dejado una nota debajo de la almohada.
“Nunca te olvidé”

Como tantas otras mañanas subió al coche, se miró en el espejo retrovisor y sonrió, retomando de nuevo su camino.

2 comentarios:

  1. Que bien estaría que el hombre y la mujeres fuesen tan racionales como para hacer eso y no afectar sentimentalmente al trascurso de su vida cotidiana!!

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  2. Grandisimo!!! Me encantan tus historias queridísimo hermano!!! Por cierto esta podía tener perfectamente una banda sonora..."La última estación" de Rafa Pons.
    Muy bueno, continua así!!!

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